La creación de Adán es un fresco
en el techo de la Capilla Sixtina, pintado por Miguel Ángel alrededor del año
1511. Ilustra el episodio bíblico del Génesis en el cual Dios le da vida a
Adán, el primer hombre. Cronológicamente es el cuarto de los paneles que
representan episodios del Génesis en el techo de la capilla, fue de los últimos
en ser completados y es una de las obras de arte más apreciadas y reconocidas
en el mundo.
Dios es representado como un
hombre anciano y con barba envuelto en una alborotada túnica color púrpura, la
cual comparte con unos querubines. Su brazo izquierdo está alrededor de una
figura femenina, normalmente interpretada como Eva, quien no ha sido creada aún
y, en sentido figurado, espera en los cielos a que le sea dado un lugar en la
Tierra. El brazo derecho de Dios se encuentra estirado, para impartir la chispa
de vida de su propio dedo al de Adán, cuyo brazo izquierdo se encuentra en
idéntica posición al de Dios. Es famoso el hecho de que ambos dedos están
separados por una mínima distancia. La pintura tomó de tres a cuatro años en
ser completada.
Las posiciones idénticas de Dios
y Adán se basan en el Génesis 1:27, que dice que Dios creó al hombre a su
imagen y semejanza. Al mismo tiempo Dios, que aparece flotando en el aire
contrasta con la imagen terrenal de Adán, quien se encuentra acostado en un
estable triángulo de tierra. El nombre de Adán viene del hebreo y significa
hombre y la forma femenina Adamah significa Tierra.
La inspiración de Miguel Ángel
pudo haber venido del himno medieval Veni Creator Spiritus, en el que se pide
que el dedo de la mano paterna derecha (digitus paternae dexterae) dé a los
fieles amor y corazón.
La escena, que se sitúa en el
centro de la techumbre, representa a Dios como un hombre anciano barbado
-sabiduría y experiencia- envuelto en una túnica de color púrpura y rodeado de
querubines, mientras con el brazo izquierdo rodea a una figura femenina
desnuda, identificada como Eva, y que espera en el reino de los cielos el
momento de ser creada por el todopoderoso.
Con el brazo derecho Dios se
dispone a crear al primer hombre, Adán, que surge de los dedos de la mano del creador.
La mínima separación de ambas extremidades es el recurso que utilizó Miguel
Ángel para representar esa inmediatez y el hecho de que uno surge de la mano
del otro.
Para diferenciar ambos personajes
se sirve del contexto en el que los representa: a Dios entre nubes y
querubines, simbolizando el cielo, y a Adán recostado en un pedazo de tierra. Las
expresiones de ambos personajes representan su posición. Adán con un rostro que
expresa asombro y obediencia y el de Dios sereno y autoritario.
La figura de Dios representa un
claro movimiento y dinamismo, en un pronunciado escorzo lateral junto a los
ángeles que lo soportan y que en un aparente desorden sus rostros, realistas y
bastante expresivos, muestran un cierto esfuerzo por sostenerle.
Algunos estudiosos han querido
ver en esta escena una representación de distintas partes anatómicas del ser
humano, como el corte anatómico del cerebro que se representa en la túnica
púrpura que envuelve a Dios y los querubines.
Para otros autores se trataría de
una representación relacionada con un alumbramiento humano y el manto rojo
representa un útero humano. La bufanda verde que cuelga de él representaría el
cordón umbilical.
Más allá de estas teorías y
similitudes, lo cierto es que el estudio de la anatomía humana que hizo Miguel
Ángel es una demostración de la capacidad del genio Florentino para representar
el cuerpo humano de forma y manera que aunque sea visto desde 20 metros más
abajo, el resultado sea perfecto.
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